UN LEGADO
UNIVERSAL PARA HOY
Obed Arango Hisijara*
Esta
exhibición está dedicada a mis mentores académicos y amigos del Eastern Baptist
Theological Seminary (EBTS), Melody Mazuk y el Dr. Samuel Escobar, así como a
la Dra. Julieta Haidar de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de
México (ENAH). Su ejemplo, apoyo, amor y respeto por las culturas han afirmado
mi identidad como un ciudadano de América Latina. Para ellos tengo únicamente
un corazón agradecido por todos estos años de apoyo, amor fraterno, y
paciencia.
Escuche por primera vez acerca del Dr. Martin Luther King en la ciudad de
México durante la década de los años setenta. Mi padre, el reverendo Jaime
Arango, quien es pastor bautista, me introdujo a la vida del Dr. King. El
pastor Arango admiraba (admira) la vida, los valores, la revolución pacífica y
el sentido profundo y comprometido con la justicia social por parte del llamado
“apóstol negro de la no-violencia”. Recuerdo que el libro favorito de mi padre
era una versión traducida al español de La fuerza de amar, libro
que compilara los sermones más representativos de la primera época de Martin
Luther King.
Durante mi infancia y adolescencia el
Dr. King vino a ser mi héroe. El reto intelectual que acepté durante mis años
universitarios como estudiante de comunicación y periodismo fue cómo traducir
el tremendo legado universal de justicia social al contexto de mi amado México.
En 1985 observé a la sociedad civil de la ciudad de México organizarse para
contrarrestar la falta de respuesta del gobierno federal y de la ciudad durante
los sismos del mes de septiembre. De igual manera me tocó presenciar cuando en
1988 México experimentó el autoritarismo político durante las elecciones
presidenciales cuyos resultados fueron alterados otorgando el triunfo al
candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari y que como resultado trajo una
resistencia pacífica que expresaba el desacuerdo de la ciudadanía. Estos
eventos dejaron de manifiesto el potencial que como sociedad tenemos para
procurar cambios democráticos.
En la escuela de comunicación tomé el
reto de leer al Dr. King desde una
perspectiva filosófica-teológica, descubrí que la fe cristiana y sus valores no
se sintetizaban en la “fe moralista-individualista” que suelen proclamar
algunos grupos conservadores; sino en el ejercicio congruente de la fe para
crear una comunidad solidaria (Beloved Community), capaz de transformar las
realidades de injusticia y de generar espacios plenos de oportunidad e
igualdad. Esa comunidad solidaria de acuerdo a King, necesitaba reconocer,
primero, una realidad de opresión, injusticia, miedo, así como la práctica
enfermiza del poder por parte de los opresores; para entonces organizarse y
establecer una base ética que se convertiría en la fuerza y en el espíritu del
movimiento. A esa ética él le llamaba “la fuerza amar”.
La comunidad solidaria para King vino a
ser no solamente un concepto, sino un modelo integral de renovación social.
Años mas tarde, ya como estudiante de la Escuela Nacional de Antropología e
Historia, fui testigo en 1994 del surgimiento del Zapatismo, la creciente
movilización civil y la adopción de métodos pacíficos de lucha de este
movimiento indígena; a esto se sumó la histórica marcha zapatista del 2001 que
tuve la oportunidad de cubrir como fotógrafo.
En este contexto, me di cuenta que la
sociedad mexicana era capaz de organizarse para hacer justicia con quienes han
sido víctimas de la segregación política, educativa, social y económica, sin el
uso de la violencia; pero sí con la fuerza de las voluntades, del carácter, de
la organización que resulta en propuestas creativas casi en todos los campos
del conocimiento. Asimismo, llegué a la conclusión de que el fin de todo
movimiento social no debe garantizar únicamente la liberación de los sectores
oprimidos, sino también, que los recién liberados no se conviertan en los
opresores de mañana como ha sucedido en varias ocasiones.
El movimiento civil que encabezaba
Martin Luther King vivió la maduración de una democracia al marchar en las
calles y resistirse a los métodos de los opresores que usaban las armas de la
“legalidad” para perpetuar las condiciones de injusticia.
Es muy fácil aprender los caminos del
opresor. Es muy sencillo responder “ojo por ojo” y “diente por diente”. ¿Cómo
desmenuzar los ciclos de violencia y escalada militar? Es una de las grandes
preguntas para el mundo hoy en día. Redención fue la respuesta
del Dr. Martin Luther King, quien en su discurso en ocasión de recibir el
premio Nobel de la Paz mencionó: “Todavía creo que algún día el género humano
se postrará ante los altares de Dios y será coronada triunfante sobre la
guerra, y el derramamiento de sangre; además, creo, que la buena voluntad y la
no-violencia será ensalzada como un estilo de vida que regirá la tierra. Aún
creo que es posible triunfar”.
Al interpretar algunos de los
postulados más importantes de la teología de Martin Luther King, se concluye
que la meta final de una revolución social no debe únicamente ser la liberación
de los oprimidos, sino que ésta debe incluir también la redención de los
opresores. Esta es la única manera en que el ciclo de violencia puede
quebrarse. Hoy más que nunca, ante la guerra injusta en Irak, el expansionismo
violento de las corporaciones, y la opresión que sufren miles de familias que
se ven forzadas a abandonar sus tierras, el mundo necesita recuperar y abrazar
el tremendo legado universal que nos dejó el Dr. Martin Luther King y los
nietos de esclavos negros que lucharon en el Sur de los Estados Unidos.
El Dr. King, en su último discurso en
la ciudad de Memphis, cuando él ya presentía su muerte, comentó: “La humanidad
por años ha estado hablando de guerra y paz. Hoy en día ya no se puede
únicamente hablar. Las opciones ya nos son entre violencia y no-violencia. La
opción real es entre no-violencia o no-existencia, aquí es donde nos
encontramos el día de hoy”.
Esta exposición representa el cierre de
un ciclo de reflexión antropológica, histórica, teológica, y artística. En esta
ocasión tuve la extraordinaria oportunidad de fotografiar el Instituto por los Derechos
Civiles de Birmingham, en el estado de Alabama. Dicho Instituto ha sido muy
pocas veces fotografiado y contadas veces ha sido abierto a la prensa. Ante la
promesa de compartir estas imágenes con aquellos sectores comprometidos con la
acción y justicia social en América Latina, me permitieron hacer una
exploración de tan solo 20 minutos.
Cuando estuve frente a la cárcel de
Martin Luther King en la que en un rollo de papel de baño escribió uno de los
documentos revolucionarios más relevantes de la historia como lo es “La carta
desde la cárcel Birmingham”, solo pude quitarme los zapatos brevemente y
guardar silencio por unos segundos. Agradezco a las autoridades del Instituto
haberme permitido tener unos momentos para mirar con la vista de un niño de los
años setentas de la ciudad de México.
El resultado de esta experiencia fue
este portafolio de imágenes que hoy se comparte en la galería de la biblioteca
A.K. deBlois del Eastern Baptist Theological Seminary y en la revista
electrónica Espacio de Diálogo, de la Fraternidad Teológica
Latino Americana. A ambos espacios agradezco profundamente la oportunidad para
presentar este material fotográfico.
Martin Luther King recibió el legado de
la filosofía de la no-violencia por parte de Jesús y de Gandhi. Ahora es
nuestro turno recibir esta herencia por parte del Dr. King. ¿Traducirá usted
este legado a su contexto? No importa su herencia, pasado o trasfondo cultural,
este es un legado universal para hoy.
© Fraternidad Teológica Latinoamericana - www.fratela.org
Revista electrónica Espacio de Diálogo, (Fraternidad Teológica Latinoamericana)
núm. 2, abril del 2005, www.cenpromex.org.mx/revista_ftl/ftl
* Antropólogo y fotógrafo profesional; estudiante mexicano en el
Seminario Teológico Bautista del Este en la ciudad de Filadelfia, EE.UU.